Por Alexandra Rossi
¿Alguna vez has detenido a observar las nubes formar figuras, escuchar las olas romper contra las rocas costeras o deleitarte con el canto de los pájaros de colores, y has sentido la grandeza de la creación de Dios? La Biblia nos dice que la naturaleza es una de las maneras en que Dios nos muestra su amor.
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.”. Este versículo de Romanos 1:20 nos dice que nosotros podemos conocer a Dios, que es invisible, por medio de su creación que es visible. ¿No te parece maravilloso?
A lo largo de las Escrituras, la naturaleza se usa como recordatorio del cuidado, la creatividad y la bondad de Dios.
En Génesis 1, vemos la historia de cómo Dios creó el mundo. Cada día, crea algo nuevo: la luz, la tierra, los océanos, los animales, y después de cada paso, dice que es bueno. Dios creó todo para que cuando creara al hombre, él tuviera un lugar hermoso donde habitar. El Salmo 104 es una canción que celebra todo lo que Dios ha creado. En los versículos 24-25, dice: “¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! Todas ellas las hiciste con sabiduría. Rebosa la tierra con todas tus criaturas.” Incluso menciona el mar y toda la vida que habita en él. Es un hermoso recordatorio de que nada en la creación es aleatorio. Cada árbol, ave y pez es parte del diseño cuidadoso de Dios.
El Salmo 33:5 nos da una reflexión muy reconfortante: “De su amor inagotable está llena la tierra”. El amor de Dios no se limita a personas ni lugares; sino que está en toda la tierra. Ya sea que camines por un bosque, subas a una montaña o contemples un atardecer, todo eso es parte de su amor manifestado.
¿Alguna vez has visto el cielo cambiar de color al amanecer o contemplado una noche estrellada? El Salmo 19:1 dice: “Los cielos declaran la gloria de Dios; el firmamento proclama la obra de sus manos”. La naturaleza misma alaba a Dios; si te detienes a escuchar los pájaros cantar, y los árboles mecerse con el viento, te darás cuenta de que toda la creación canta una alabanza a Dios. Isaías 55:12 dice: “Los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso.”
Fíjate en el diseño colorido en el pico de un tucán, la perfección en los pelitos de una abeja, las rayas de una cebra. Cuando nos detenemos a observar los detalles de la naturaleza, en realidad estamos aprendiendo algo sobre Él.
Mira las figuras en la piel de las jirafas, las plumas de un pavo real, los colores de la cara de un mandril: Dios es creativo. Mira el iris de un ojo, los rombos en la cáscara de una piña, un copo de nieve: Dios ama la geometría. Fíjate en el contraste de un arcoíris, la aurora boreal, las hojas de los árboles de otoño: A Dios le gusta el contraste. Observa un campo de tulipanes, un flamingo caminar, la suave brisa: Dios ama la armonía. Fíjate en la graciosa cola enroscada del cerdo, los cachetes del pez bomba, la orquídea mono que parece que tuviera cara de mico: Dios tiene sentido del humor.
Observa los deditos del pie de un bebé, una flor de diente de león, un par que periquitos enamorados: Dios es dulce y tierno. Mira el sol, los volcanes, los nevados: Dios es todo poderoso.
La naturaleza refleja a un Dios que ama lo que ha creado y se preocupa profundamente por cada parte de ello, incluyéndote a ti. Así que la próxima vez que salgas, tómate un momento para observar lo que te rodea. Que sea un suave recordatorio de que el amor de Dios no solo está en los cielos, sino aquí en la tierra, a nuestro alrededor.
Dios te ha bendecido con un hijo a una edad joven, cuando muchas mujeres se ocupan en avanzar en sus carreras, en viajar o en salir en citas con muchachos a divertirse. Pero tú, querida amiga, tienes la mayor bendición: Eres mamá. Salmo 127: 3 nos dice: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.”
En un mundo que constantemente redefine lo que significa ser mujer, encontrar y abrazar nuestra verdadera identidad puede parecer un reto. Sin embargo, como mujeres cristianas, tenemos una base firme sobre la cual construir nuestra identidad: la Palabra de Dios. En Cristo, descubrimos quiénes somos realmente y el propósito glorioso que Dios ha diseñado para nosotras.
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