La Paciencia de Jesús en la Montaña Rusa de mi Vida

Por Alexandra Rossi

Yo era una cristiana tibia, como muchas personas. ¿Qué quiere decir tibia? Amaba a Jesús, pero la necesidad de ser amada por una pareja era mayor. Creía en Jesús, pero dudaba de que Él me iba a sacar de mis problemas. Iba a la iglesia, pero cuando salía de ella continuaba haciendo lo que yo quería con mi vida. En pocas palabras, era la oveja que se escapaba del rebaño para trepar al precipicio.

Yo recibí a Jesús como mi Señor y Salvador a los 18 años, y al principio era una cristiana muy comprometida, y un gozo me inundaba el corazón. Pero hubo una persona que yo admiraba mucho en la iglesia que me defraudó terriblemente y eso me alejó de ser una cristiana comprometida. Al graduarme de la universidad una compañera de trabajo me invitó a una iglesia y mi amor por Jesús se volvió a encender. Me bauticé en agua y decidí seguir los caminos rectos que Dios manda. Otra vez mi relación con Jesús se encendió por un tiempo, pero otra vez, un amigo de la iglesia volvió a defraudarme enormemente y volví a enfriarme. Era tan joven que esas piedras de tropiezo me hicieron creer que ser una cristiana comprometida no era importante.

Con el paso de los años me alejé de Dios y tomé decisiones catastróficas sin tenerlo en cuanta a Él que me llevaron por muchos momentos de gran dolor, a tal punto que quise quitarme la vida.

Tunel - Alma de Mujer

Durante mi segundo divorcio con hombres abusadores Dios me llevó a una ciudad lejana y ahí alguien me invitó a una iglesia. Yo no quería vivir, pero tenía una bebé y no quería dejarla sola. Además, me daba miedo que Dios se enojara conmigo por quitarme la vida que me había dado. En esa iglesia me volví a reencontrar con Jesús.

¡Qué paciencia la de Jesús para conmigo!

Volví a congregarme, pero seguía siendo una cristiana tibia. Seguía viviendo según lo que es aceptable para la sociedad, pero no para Dios. No según como Él dice que vivamos: Con la mirada puesta en Él. Obviamente cometí más y más errores con mi vida, al punto que se volvió un caos.

Con el corazón hecho astillas por otra decepción amorosa, con mi hija enferma física, emocional, y espiritualmente, con mis finanzas en rojo, y con el autoestima en el piso, volví a desear quitarme la vida. Fue ahí cuando decidí volver a buscar a Jesús. Pero esta vez me di cuenta de que, para ser una cristiana tibia, mejor no ser nada. Que Jesús quiere todo de nosotros. No una parte. No creer en Él y dudar de lo que Él puede hacer. No ir a la iglesia por la gente, sino por Jesús. No vivir según la sociedad sino según Sus mandamientos.

Esta vez fui bautizada en el Espíritu Santo, y decidí comprometerme al ciento por ciento. Y Dios no se hizo esperar. Mi corazón se llenó de paz, de gozo, de esperanza. Aún en medio de la tormenta mis ojos se fijaron solo en Él. Puse toda mi fe en Él, y Él hizo. Él se ha encargado de proveernos a mi hija y a mi abundantemente. No tengo pareja, pero por primera vez en mi vida no necesito tener una. No siento la soledad que antes sentía porque no estoy sola. Dios está conmigo. Pongo cada decisión en Sus manos porque Sus planes para mi vida son perfectos y buenos. Ya no vivo según lo que es aceptable en la sociedad de hoy, sino lo que es aceptable a los ojos de Dios.

Mi vida ha dado un giro de 180 grados. Soy una persona nueva que vive feliz, en paz, y segura de que mi Padre Celestial nos cuida y provee. En la Biblia dice que Dios vomitará de su boca a los tibios. Pero Jesús deja las 99 ovejas y corre tras la perdida. Y así lo hizo conmigo. Hoy mi corazón arde de amor por Dios como nunca. Ya no vuelvo atrás!

TESTIMONIO

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En la víspera del 31 de diciembre de 2005, mi vida dio un giro inesperado. Venía de un divorcio doloroso, y la tristeza me envolvía como una sombra. Durante años, mi existencia había estado marcada por el arduo trabajo, las fiestas y el alcohol.

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