La Imperfecta Yo

Por Giselle Bowers

La Imperfecta Yo

Mientras me siento aquí, escribiéndoles a todas, oro y pido que el Señor les hable a ustedes a través de su perfección y mi rendición. Oro que ustedes puedan verlo a Él claramente y que lo sigan todos los días, para siempre.

Mi vida entera supe que yo era imperfecta. Al crecer, mis padres me pusieron estándares muy altos. El mundo a mi alrededor me empujó a alcanzar un nivel que yo sabía que nunca podría alcanzar. De jovencita, fallé cada día. Ya sea el tener pensamientos impuros, desaprobar un examen de matemáticas, o simplemente decir algo equivocado a una amiga… Yo sentía el peso del mundo en mis hombros y no podía respirar.

Yo anhelaba tanto ser hermosa. Ser sin mancha alguna, para llenar de orgullo a mi familia.  Que todos al verme se admiraran de ver cual linda, determinada, inteligente, lista, creativa y perfecta yo era. Para mí eso significaba que finalmente yo llenaría de orgullo a mis padres. Yo sería finalmente aceptada por ellos, por mis compañeros de escuela, y por el mundo entero. Estaría completa… seria amada.

Cuando totalmente acepté a Cristo a los 18 años, el profundo conocimiento de mi pecado y mi imperfección solo creció por el poder del Espíritu Santo. Pude ver mi pecado tan profundamente que sentí pena y gozo simultáneamente. Yo había buscado el arrepentimiento y el perdón cada día. Sin embargo, el Señor en Su misericordia me mostró que había raíces profundas de miedo al fracaso y la necesidad de aceptación en mi corazón.

La Imperfecta Yo

Ahora soy una mujer de 30 años, esposa y madre. Cuando me convertí en madre, me quebranté de una manera imposible de creer. Estoy segura de que muchas de ustedes pueden entender que ser madre es una prueba sin igual. Es brutal. Está llena de inmenso sacrificio, devoción de mente y cuerpo y de tanto amor que pareciera que tu corazón fuera a explotar. El peso de mi imperfección regresó con fuerza. La necesidad de hacer las cosas bien, de lograrlo, de ser la mejor madre del mundo me abrumó y aún me abruma.

“Yo no quiero fallarle a mi hijo de la misma manera que le fallé a mis padres”. Este pensamiento se apoderó de mi vida.

Yo sabía en mi corazón que mis padres me amaban y me adoraban, pero yo nunca sentí que llegué a la medida de quien debía ser. Yo contaba todas mis fallas y al hacer esto la ansiedad, el miedo, los celos de otros, y el odio a mí misma, se apoderaban de mí.

El otro día, yo estaba leyendo mi devocional y llorando acerca de mi vida en camino al trabajo (como hacemos a veces, ja ja). En mi devocional, Dios me recordó el día que yo lo acepté y fui salva. El rendimiento que yo sentí. La profunda convicción de mi pecado. La profunda pena por el hecho de que nunca seria lo suficiente. En ese momento sentí que Dios me decía, “¿Por qué me tienes todavia en la cruz?”

La Imperfecta Yo

Cuando me convertí en madre, me abrumé tanto en mi rendimiento y mis fallas de cada día que me sentí deprimida. Todo se trataba de mí y de cómo yo quería que fuera la vida. Yo me había olvidado de la parte más importante de mi salvación. No solamente Él murió en la cruz por mis pecados, sino que ¡Él también RESUCITÓ! ¿Por qué me has dejado en la cruz cuando yo estoy junto a ti en victoria? Mi corazón rebosó de arrepentimiento.

¿Es acaso verdad que nunca seremos lo suficiente? Sí, lo es.

¿Podemos encontrar libertad en esto? Sí, podemos.

Podemos DESCANSAR al saber que nunca seremos suficiente, pero JESÚS SÍ ES SUFICIENTE. Podemos respirar al saber que no tenemos por qué luchar por ser perfectas porque Jesús es el único que es perfecto.

 

Jesús fue y es perfecto.

Él es la Roca, cuya obra es perfecta,

Porque todos sus caminos son rectitud;

Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él;

Es justo y recto

– Deuteronomio 32:4′

 

¡Qué liberador!

 

Tu valor no está en qué tan bien hagas las cosas. Tu valor no está basado en cómo logres tus metas. Tu valor no está basado en tus éxitos. Tu valor no depende de la aceptación de otros.

En vez de buscar la perfección, busca la humildad. Busca el estar quebrantada a Sus pies. Busca un corazón lleno de arrepentimiento y ora por gracia sobre gracia. Busca el servir a tu Padre que tanto te ama.

Mi oración para todas nosotras es que no solo reconozcamos nuestras fallas, sino que también que le pidamos a Dios que crezcamos cada vez que fallemos. Que nuestros corazones sean renovados con la renovación del Espíritu Santo en nosotras. ¡No estamos solas! Busquemos ser más como Cristo y caminemos en victoria poque Él nos cuida y en Él estamos completas.

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