Por Mili Parra
Cuando una amistad se quiebra, puede ser un proceso doloroso y confuso. Establecer y cultivar una amistad lleva tiempo y esfuerzo. A menudo, entregamos lo mejor de nosotros mismas y buscamos el bienestar de nuestras amigas sin reparo a lo que podría suceder en el futuro.
Cuando cultivamos una amistad, nuestro corazón se involucra por completo. Los sentimientos fluyen, y entregamos todo por esa amiga. A veces, incluso llegamos a sentir que hemos encontrado una amistad perfecta e indestructible.
Perdonar a alguien, especialmente a una amiga, puede ser un proceso largo y muy duro. El perdón solo puede venir a través del Señor Jesucristo. Sin embargo, la Biblia nos ofrece valiosos principios sobre el perdón y cómo podemos aplicarlo en nuestras relaciones. Las relaciones deben ser cultivadas a la manera de Dios, siempre buscando el bien para nuestra amistad. Una amistad a la manera de Dios debe basarse en el amor de Cristo, el perdón, edificación mutua y restauración. Dios no quiere que estemos solas más quiere que cultivemos una amistad con propósito, donde su gracia y amor sea el fundamento.
El perdón, según los principios de Dios, debe ser inmediato después de la ofensa. Sin embargo, a menudo nos cuesta llegar a ese punto de poder perdonar de la misma manera en que Cristo nos perdonó.
La Biblia nos dice que todo debe ser hecho para la gloria de Dios.
31 si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31
Nuestras relaciones de amistad deben ser un reflejo del amor de Dios y de los principios de Cristo. En lugar de destruirnos, estas amistades deben edificarnos, fortalecernos y ayudarnos a crecer en nuestra fe y en nuestro amor hacia los demás.
Recuerda que Dios puso hermanos en la fe a tu alrededor para que te permitan ver lo que no puedes ver y, de esa manera, crecer en santidad. Nuestras amistades pueden ser un reflejo de los valores cristianos y pueden influir en nuestra vida de maneras significativas.
Es fundamental reconocer que alguien nos ha herido. A veces, este reconocimiento puede resultar complicado, pero es el primer paso hacia el perdón.
Permítete sentir tristeza, ira o frustración. Es completamente normal experimentar una gama de emociones cuando una amistad nos falla. No te reprimas; en cambio, permítele a tu corazón procesar esas sensaciones.
En momentos de dolor, busca la ayuda de Dios. Ora, busca su consuelo y confía en que él puede sanar las heridas más profundas. La oración es un camino hacia la sanidad y la restauración.
Recuerda que no estás solo/a en este proceso. Dios está contigo, y con el tiempo, encontrarás la sanidad y la fuerza para seguir adelante.
La oración es crucial en el proceso de perdón. Habla con Dios sobre tus sentimientos y pídele que te ayude a perdonar.
Él es fiel y justo, y si confesamos nuestros pecados, nos perdonara y limpiara de toda maldad. 1 Juan 1:9
Si es posible, comunica tus emociones de manera abierta y honesta con tu amiga. A veces, hablar sobre lo sucedido puede ayudar a sanar.
Ora por tu amiga y por ti misma. Pide a Dios que te ayude a perdonarla y a encontrar paz.
Sanar una amistad lleva tiempo y esfuerzo. No esperes una solución rápida.
Recuerda que el perdón es un regalo divino. Perdona a tu amigo como Dios te ha perdonado a ti.
32 antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32
Tu vida puede estar en el mejor momento: el trabajo, los hijos, el matrimonio, los planes de vida, pero, aun así, puedes quedarte sola de un momento a otro. Aunque todo parezca ir bien, descubrir una infidelidad y enfrentar el abandono puede cambiar tu mundo para siempre. De repente, tu castillo se derrumba y nada será igual. Tu mundo de colores se transforma en un sobrio y en blanco y negro.
Hubo una época en la que todo me salía mal. No conseguía trabajo, mis relaciones amorosas eran un desastre, cada idea que emprendía fracasaba o no prosperaba, tenía problemas en mi casa y me sentía completamente sola. Un día me enojé con Dios y le pregunté por qué me había hecho pasar por tanto dolor en mi vida. Siendo objetiva, muchas de esas situaciones no eran directamente culpa mía y se salían de mi control.
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