En la vida matrimonial, la intimidad sexual es mucho más que un acto físico: es una expresión de amor, compromiso, unidad y entrega mutua. Dios, en Su sabiduría, creó el sexo no solo para la procreación, sino también como una bendición para fortalecer la relación entre esposo y esposa.
Aunque para muchas mujeres ser soltera después de los 40 o 50 años pueda significar libertad y autonomía, para la gran mayoría no es así. Cuando Dios creó al hombre, vio que él estaba solo y le creó una compañera ideal: la mujer (Génesis 2:18-23). Esto está impregnado en nuestra genética. No solamente el ser humano no está diseñado para estar solo, sino que para nosotras las mujeres el tener una pareja significa compañía, familia, apoyo y una realización personal.
¿Cómo le pides a una mujer que perdone una infidelidad como si fuera algo sencillo? ¡El dolor es inmenso! La traición deja tu corazón roto en mil pedazos y tu futuro más que incierto. Es una experiencia traumática que destruye tus sueños y, en muchas ocasiones, los de tus hijos también. La infidelidad es una violación de la confianza y la fidelidad que Dios diseñó para las relaciones. En el libro de Malaquías, Dios dice: “Yo odio el divorcio, dice el Señor Dios de Israel” (Malaquías 2:16).
En un mundo donde las relaciones y el amor son fundamentales, es común que las mujeres se pregunten cómo saber si han encontrado al hombre indicado. Encontrar al hombre indicado puede ser un proceso emocionante y desafiante al mismo tiempo.
La codependencia es una trampa emocional en la que a menudo caemos cuando sentimos la necesidad de controlar, ayudar o rescatar a otros, a expensas de nuestro propio bienestar.
La gente llega hasta donde tú le permites llegar. Establecer límites nos ayuda a tener relaciones más sanas y duraderas. Muchas de nosotras quizás damos más de lo necesario y, como resultado, otras personas toman ventaja de ello.
La Biblia dice “Honra a tus padres”. Yo creo que muchos de nosotros ya sabemos esto. También pienso que, cuando escuchamos esta frase, pensamos en las cosas típicas que esto significa: obediencia, respeto y cuidar de tus padres cuando estén mayores. Como una niña que creció asistiendo a la Iglesia Católica los domingos, yo creo que entendí el mandamiento solo de manera intelectual.
El sueño de muchas niñas es ser madres. Recuerdo que siempre jugaba con mis muñecas, imaginándolas como mis hijas: las vestía, las peinaba y hasta conversaba con ellas. En lo más profundo de cada mujer hay un deseo innato de ser mamá algún día. Mi sueño se hizo realidad cuando nació mi primera hija, y mi vida cambió completamente.
La relación entre madre e hija es uno de los lazos más profundos y significativos que puede existir en nuestras vidas. Este vínculo es reflejo del amor incondicional, la sabiduría compartida, y el apoyo mutuo que se cultiva a lo largo de los años.
No hay nada más lindo y significativo que el tener una buena amiga. Una amiga de verdad es importante para nuestro bienestar y para llenar nuestra alma de alegría y compañía. Idealmente, nunca existirán conflictos y siempre nos llevaremos de maravilla.
Los conflictos en las relaciones de pareja a menudo se deben a lo que se conoce como el “yugo desigual”. Este concepto se aplica a cualquier tipo de relación, pero en esta ocasión, nos centraremos en las parejas. Aunque es un tema amplio, exploraremos algunos puntos claves para comprender de qué se trata.
Es más valioso tener un alma sana que disfrutar de un cuerpo saludable. De nada sirve estar en buena forma física si, en tu interior, hay dolor, rencor, amargura y heridas profundas del pasado. Aunque parezca complejo, lo que no se sane en tu interior se reflejará en el exterior, causando grandes daños tanto en tu cuerpo como en las personas que te rodean.
Cuando una amistad se quiebra, puede ser un proceso doloroso y confuso. Establecer y cultivar una amistad lleva tiempo y esfuerzo. A menudo, entregamos lo mejor de nosotros mismas y buscamos el bienestar de nuestras amigas sin reparo a lo que podría suceder en el futuro.
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